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Jugar como una chica, ganar como una mujer: crónica de una final del Mundial que va más allá del fútbol
La victoria de la selección traspasa lo estrictamente deportivo: es un asalto al símbolo que es el fútbol. La celebración de muchas mujeres es una venganza, una hazaña, una demostración de que las cosas claro que pueden -y deben- ser de otra manera, un ajuste de cuentas, un cambio para las que están por llegar
Por eso, la victoria de la selección femenina en el Mundial traspasa lo estrictamente deportivo: es un asalto al símbolo. La celebración es general, pero las mujeres la sentimos como algo propio, una venganza, una hazaña, una demostración de que las cosas claro que pueden -y deben- ser de otra manera, un ariete para seguir conquistando derechos y espacios, un ajuste de cuentas con las que vinieron antes, un cambio en el terreno de juego para las que están por llegar. No debería hacer falta una gesta para acabar con las discriminaciones pero sin duda una gesta complica el relato a quienes sostienen la injusticia.
Muchas mujeres compartían estos días historias personales sobre su relación con el fútbol. “Hace 30 años me dijeron que el deporte no era para mujeres. Hoy estoy viendo a la selección española femenina jugar la final de un Mundial con mi sobrina en una pantalla gigante en mi pueblo”, decía en Twitter la periodista Marta Estévez. También Sandra Riquelme, responsable de fútbol en 'Relevo': “Crecí -y me hice mayor- y todos me decían: 'Déjate del fútbol femenino, ve al masculino, que te va a dar más, que eso no va a llegar a ningún lado'. Y resulta que estoy viviendo más de lo que nunca pude imaginar”.
Otras recordaban los 'marimacho' que habían recibido por jugar al fútbol, la manera en la que las habían apartado de un equipo o cómo ellas mismas habían dejado de jugar por falta de fuerzas para enfrentarse a todos esos impedimentos. Había quienes narraban la emoción de seguir el Mundial con sus hijas e hijos. Ver a pequeñas y pequeños admirar y seguir a un equipo femenino con tal naturalidad es comprender de golpe cuánta artificialidad, cuánto empeño construido hay en la veneración absoluta a lo masculino. Las niñas tienen hoy como referentes a las 23 de la selección que, precisamente, han llegado hasta aquí sin ellos. Pero también son un referente para los niños: solo admirando mujeres, deseando ser como ellas, queriendo replicar sus triunfos, sus formas, sus logros, construiremos una masculinidad diferente.
Una masculinidad diferente a la de quien habla en masculino a pesar de que el Mundial lo hayan ganado un grupo de mujeres, como hizo el seleccionador Jorge Vilda al empeñarse en pronunciar “campeones del mundo”. Una masculinidad diferente a la del Presidente de la Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales, que decidió unilateralmente dar un beso a Jennifer Hermoso y contribuir a esa cultura en la que nuestros cuerpos son tocables y piropeables sin importar nuestra voluntad ni nuestro deseo.
Los hechos suelen ir por delante de los derechos. El triunfo de la selección femenina en el Mundial y su repercusión se lo pone hoy más difícil a quien aún se atreva a gritar en las gradas 'nenaza' a un jugador al que quiera criticar. Complica los argumentos de quienes menosprecian la calidad de la competición femenina. Pone en un aprieto a quienes defienden sueldos distintos, condiciones diferentes, 'poco a poco que aún no tienen tanta calidad'.
“Muchas hemos crecido pensando que este no era nuestro lugar”, decía estos días la jugadora de la selección Irene Paredes. Explican las teóricas que la gran virtud del patriarcado es hacer pasar las discriminaciones construidas por situaciones naturales. Siempre hay quien, aun así, se rebela y las señala o quien, simplemente, pone todo el empeño en hacer lo que le gusta
Hoy, Paredes y 22 jugadoras más demuestran que con un poco más de apoyo, con un poco más de visibilidad, se consiguen grandes cosas. Lo que parecía natural, que un equipo femenino no destaque o que la competición femenina no interese, se revela como construido, por omisión. Y de la misma manera se entiende que las cosas pueden ser diferentes. En realidad, lo extraordinario es lo conseguido con casi todo en contra. ¿Qué pasará entonces cuando muchas otras crezcan sintiendo que ese, y otros muchos, sí son sus lugares?
De momento, las jugadoras de la selección han ganado el primer Mundial femenino para España, todo un triunfo. Asaltar un símbolo, también lo es.
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