La Fundación Botín ha llevado a cabo varios proyectos de investigación que han mejorado la inteligencia emocional, rendimiento y clima escolar entre los alumnos
Los padres ya no solo se preocupan por que en la escolarización de sus hijos aprendan las materias que les imparten, lo que califican ya de suma importancia. Existe una tendencia cada vez mayor a demandar una formación en emociones, alertados por los numerosos casos y noticias que destacan el mal comportamiento y fracaso de muchos adolescentes en la sociedad actual.
Sin embargo, el sistema educativo aún no le dedica los recursos que los psicólogos consideran que debería tener esta materia en las escuelas. Y eso que están sobradamente demostrados los efectos positivos de trabajar la inteligencia emocional en los niños. El mayor incremento de rendimiento académico relacionado con el desarrollo de la inteligencia emocional en la escuela ha sido del 14%, tal y como manifestó un estudio desarrollado por Roger Weissberg en USA y publicado en la revista child development en su número de enero/febrero 2011. Un porcentaje muy significativo puesto que supone pasar de estar por debajo, a encima de la media.
Desde la Fundación Botín llevan diez años investigando los beneficios de enseñar a los niños la inteligencia emocional en las aulas de los colegios, tanto públicos como concertados. No se trata de que tengan una asignatura concreta en la que estudien en qué consiste —asegura Fátima Sánchez—. Todo lo contrario, se pretende que en cada clase —ya sea de matemáticas, historia, música, lengua, manualidades...—, los profesores integren ambos contenidos y técnicas al mismo tiempo, de manera que los alumnos los asimilen sin a penas darse cuenta. Hemos podido comprobar una correlación positiva entre clima escolar y rendimiento académico —señala Fátima Sánchez, directora del área de Educación de la Fundación Botín—. Es decir, los centros que trabajaban con el programa de inteligencia emocional de la Fundación puntuaron mejor en clima escolar y esta mejor puntuación correspondía con alumnos que obtenían también mejores notas que los alumnos no participantes en el programa».
Efectos positivos
Los efectos son muy positivos —tal y como señala Fátima Sánchez—: «logramos que los niños aprendan a conocerse más a ellos mismos, saben cómo son y, por ello, aumentan su confianza y autoestimapersonal. Además, conocen lo que es la empatía, valoran y respetan cómo son los demás compañeros del grupo, saben identificar yexpresar sus propias emociones, desarrollan el autocontrol, la toma de decisiones responsables y la realización de actividades saludables. Por otra parte, conseguimos un buen desarrollo social, puesto que saben cómo relacionarse con los demás y adquieren una gran autoafirmación; es decir, saben lo que quieren y aprenden a decir "no", a pesar de que el resto del grupo diga lo contrario».
Diferencias
La Fundación Botín llevó a cabo durante tres años un proyecto en Cantabria en el que trabajó con un grupo de niños de 8 a 12 años. Del análisis de los resultados, en comparación con otros compañeros con los que no se trató la inteligencia emocional, se encontraron cuatro diferencias esenciales:
-Los que participaron mejoraron un 6% su claridad y comprensión emocional. Fueron capaces de identificar mejor sus emociones, la forma de gestionarlas y regularlas. «Aprendieron a dirigir sus pensamientos de forma positiva y a actuar de la manera más adecuada —señala la directora del área de Educación de la Fundación Botín—. Ésta es una cuestión muy importante para todos y, sobre todo, para los jóvenes que están en la adolescencia».
-La asertividad: su capacidad de saber lo que piensan y decirlo de manera adecuada mejoró en un 5%, «lo que es muy esencial porque son fieles a sus pensamientos y no se dejan arrastrar por el grupo».
-El desarrollo de habilidades positivas dirigidas a la prevenciónmejoró un 13%, por lo que disminuyó su nivel de ansiedad.
-Correlación clara entre la mejora del clima en el centro escolar y la obtención de mejores notas.
En cien colegios de Cantabria se ha llevado a cabo esta experiencia y 50 de ellos —unos 20.000 estudiantes y mil profesores— han formado laRed de Centros de Educación Responsable y aplican el programa de la Fundación Botín en su totalidad.
«Lo ideal sería que todos los colegios se trabajara este asunto con los alumnos desde los 3 a los 16 años por todos los beneficios y mejoras que proporciona», asegura Fátima Sánchez.
Para que sea posible, el profesorado necesita una formación básica en aplicar estas habilidades de desarrollo cognitivo, en inteligencia emocional y en el desarollo social, unas 30 horas de formación aproximadamente.
Proliferación de talleres
Pero, mientras en los centros de enseñanza se plantean o no introducir la inteligencia emocional como parte de sus enseñanzas, y ante la demanda creciente por parte de padres que quieren que sus hijos mejoren sus capacidades, ha proliferado la oferta de talleres con programas especializados en las emociones.
Según Laia Gil, psicologa infantil de Nútrim, los talleres de inteligencia emocional permiten que los pequeños sean capaces de conocer e identificar las distintas emociones en uno mismo y en los demás, así como las estrategias para gestionarlas. «Comprenden de manera práctica qué es la alegría, la felicidad, el enfado, la tristeza, la incertidumbre, el aburrimiento... y qué pasa cuando se está en cada una de estas situaciones, de manera que les aportamos las herramientas necesarias para que sepan canalizar sus emociones de la forma más positiva posible».
Asegura que en las diferentes dinámicas se llevan a cabo sesiones de rol playing —como si de una escuela de negocios se tratara— en las que se simulan situaciones como la de que a un niño se le rompe un juguete. «De esta manera, analizamos las diferentes reacciones, conductas y hasta las expresiones faciales tanto del niño al que se le ha roto el juego como las del que lo ha roto. El objetivo es que entiendan mejor cómo se siente cada una de las partes y aprendan a reaccionar con inteligencia para sentirse mejor».
La mayor parte de los talleres van dirigidos a niños a partir de tres años y, fundamentalmente a estudiantes de primaria y hasta la adolescencia. Los expertos aseguran que la conciencia y regulación emocionales son competencias básicas para la vida, ya que facilitan la manera de afrontar los retos que se plantean en la vida diaria, siendo elementos esenciales en la construcción del bienestar tanto personal como social.
Otros de los beneficios que aportan estos talleres son los de «aprender a crear el clima adecuado para mejorar las relaciones con los demás, descubrir a hacer un mejor uso del lenguaje verbal y no verbal, potenciar la capacidad de relación, comunicación e influencia. y aprender a evitar conflictos y cómo alcanzar acuerdos», concluye Laia Gil.
Pongo un ejemplo:
ResponderEliminarque un niño por decir, que un ejercicio es aburrido, se le eche de clase y además se le diga que se ha portado mal. Es para frustarlo, porque no entiende, que decir lo que piensa está mal.
Los docentes y por supuesto los progenitores, deberíamos de pensar muy mucho lo que decimos, y sobre todo dejar de ser prepotentes y enseñar con el ejemplo: dialogar ¿Por qué te parece aburrido ese ejecicio....?