Dedicado a tod@s l@s niñ@s del mundo

El niño no es una botella que hay que llenar, sino un fuego que es preciso encender (Montaigne)

viernes, 27 de octubre de 2017

No hay niñ@s fracasados, hay un sistema obsoleto

* http://www.joseluisdominguez.eu/como-trabajar-con-adolescentes-fracasados-aunque-no-lo-sean/

Los adolescente que ya ha fracasado con el modelo clásico educativo (ya saben: asignaturas, exámenes, control de asistencia y broncas diarias) hay que ofrecerles una alternativa para evitar así caer en el error de confundir y asociar su fracaso personal con el fracaso derivado del modelo caduco de enseñanza que han recibido.
Mi experiencia (y el sentido común) me dice que la mayoría de estos jóvenes realmente no han fracasado. En todo caso ha fracasado el sistema educativo porque se ha equivocado a la hora de diseñar una metodología adaptada a sus características.
Pero “el sistema” prefiere culpar al joven de inadaptación al modelo antes de entrar a contemplar la posibilidad de que sea el modelo el que está inadaptado al joven.
Llevo muchos años, quizás demasiados, trabajando con la franja de adolescentes que no acaban la ESO y son derivados a las antiguas PCPI’s (ahora llamada Formación Profesional Básica) siendo, las tasas de alumnos “reintegrables” al sistema educativo, en torno al 65%. Es decir, es posible recuperar casi dos tercios de esos jóvenes que los institutos de Secundaria han considerado que “no sirven para estudiar”.
Pero es mentira. Sí sirven. Y me he encontrado a muy buenos alumnos incomprensiblemente despreciados que se han reactivado tan solo cambiando el método y, lo que es quizás más importante, el trato.
Con solo poner en marcha estos diez puntos que señalo a continuación la mayoría de chulos maleducados se vuelven mansos, la mayoría de desmotivados se ilusionan y la mayoría de insultados y menospreciados en otros institutos vuelven a confiar en sí mismos y en los profesores:
  1. Se suprimen, en clase, las asignaturas y los horarios encorsetados. Solo hay un área (en mi caso Tecnología Administrativa) donde cada alumno dedicará las horas a trabajar (o no, eso lo decide él) para cumplir con los objetivos y plazos previamente fijados en la PGA y que se les entrega a principios de curso.
  2. El horario de Tecnología se divide, al cincuenta por ciento, en clases en el aula de informática (diez semanales) y clases teóricas (otras diez). De estas últimas los alumnos también tienen “horas libres” para que realicen los trabajos fijados cada evaluación desapareciendo el concepto de tareas para casa (deberes). Cada alumno tiene su ritmo.
  3. Todos los alumnos mayores de 16 años ya no están en edad de escolarización obligatoria y, por lo tanto, son muy libres de estar o no en clase. Es labor del docente lograr que se interesen o que “estén” a través de estrategias de motivación y empatía dentro de un ambiente agradable que les haga sentirse a gusto y queridos en el aula. No hace falta sufrir y pasarlo mal para aprender. En cualquier caso el cómputo total de faltas no deberá superar el 30% fijado en el RRI.
  4. El objetivo pedagógico es doble: por un lado lograr romper con el proceso de desescolarización en la que entraron al abandonar los últimos cursos de la ESO y, por otro, prepararlos para ser eficientes en las tareas administrativas que deban realizar en las empresas. Lo práctico prevalece sobre lo teórico. Se tortura con la memorización lo justo, para eso ya existe Wikipedia.
  5. El curso no tiene exámenes dado que el mercado laboral tampoco los tiene. Se aplica el sistema de evaluación continua individualizado por trabajos, plazos y objetivos incentivándolos con mejores notas a mayor rendimiento. En el caso de que se considere necesario hacer una prueba individual para valorar el grado de conocimiento de cada uno se realizarán ejercicios con todo el material trabajado en clase sobre la mesa además de móviles, Internet… como en una empresa. Es labor del docente diseñar las pruebas adaptadas a las nuevas tecnologías y no obligar al alumno a prescindir de ellas.
  6. La relación profesor/alumno está basado en la cooperación y la horizontalidad no jerárquica donde la autoridad del docente emana del grupo y no de las normas que pesan amenazantes sobre el alumno. Se trata de demostrarles que no todos los jefes/profes/padres (autoridad) son como los que han tenido hasta ahora. Existen otros estilos de mando igual de efectivos. El respeto al docente lo concede el grupo una vez que ha demostrado éste que es merecedor de él. Cuando esto sucede desaparecen los conflictos en el aula de forma sorprendente dado que pierde sentido enfrentarse al profesor al dejar de ser éste una figura represora sobre la que hay que descargar la ira.
  7. La horizontalidad permite que los alumnos puedan trabajar tomando un café, escuchando música y/o conectados a Internet. Tampoco hace falta pedir permiso para salir al lavabo ni para atender el móvil. En las empresas (normales) tampoco se hace y no supone una gran distorsión sobre el rendimiento global del trabajador. Si la productividad aumenta dejando que pongan los pies encima de la mesa, bienvenidos sean los pies encima de la mesa. Más adelante se corregirán esas nimiedades… o no.
  8. Sabemos, y debemos anunciarlo al inicio de curso, que no todos los alumnos que empiezan van a finalizarlo. Estadísticamente el porcentaje de los que acaban el curso y lo aprueban es de un 60-70%. El resto, simplemente, aún no estaban preparados para el cambio.
  9. El docente no debe tener más privilegios que el alumno. Si, por ejemplo, éste tiene acceso a la impresora todos deben tener acceso a ella. Si el docente puede llegar tarde, ellos también. Si hay que comprar folios el docente participa por igual. Se predica con el ejemplo y la humildad. El profesor está al servicio del alumno y no al contrario.
  10. El alumno viene de una desescolarización completa o parcial en el curso anterior con lo que no se le puede exigir de entrada que cumpla estrictamente con el horario del curso desde el principio. El proceso de adaptación debe ser, por lo tanto, progresivo. Y no todos lo logran.
Y lo que es más importante: las leyes educativas permiten incorporar estos cambios en las Programaciones Generales del Aula. Solo falta que el profesorado salga del “umbral de confort” y se atreva a experimentar.
Nadie dijo que fuera fácil.

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