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El niño no es una botella que hay que llenar, sino un fuego que es preciso encender (Montaigne)

jueves, 12 de abril de 2018

Motivo por el cual los jóvenes están desorientados

http://aprendemosjuntos.elpais.com/especial/la-inteligencia-viene-de-serie-o-se-entrena-david-bueno/

David Bueno es un científico rodeado de preguntas: ¿Cómo aprendemos? ¿Cómo piensa un adolescente? ¿Cuál es la mejor edad para comenzar con un segundo idioma? ¿Por qué la música, la plástica y la educación física son tan importantes? Él no quiere dejar ninguna sin respuesta porque como anuncia en su último libro, su pasión es contar todo lo que siempre hemos querido saber sobre el cerebro de nuestros hijos y nunca nadie se atrevió a explicarnos. Profesor de genética en la Universidad de Barcelona, David Bueno explica que la neurociencia ofrece claves que modificarán nuestra forma de enseñar y aprender.
Algunos extractos del artículo, conviene leerlo entero:

* El cerebro es dinámico, no es estático. Está constantemente en flujo, pasando información de un sitio a otro. Esta información puede ser conocimientos, conceptos… Pero, sobre todo, son actitudes y aptitudes. Son las competencias. Saber una cosa porque sí al cerebro no le importa lo más mínimo. Por lo tanto, tiende a no retenerlo o a no retenerlo bien. Lo que le interesa es qué hace con ese conocimiento. Eso forma parte de competencias o de procedimientos. Aprender uno sin el otro, no sirve absolutamente para nada. El cerebro busca mezclar las dos cosas. Y si tiene que elegir, elige antes las competencias que los conceptos por sí mismos. Y tú que te dedicas a la gamificación, la forma natural instintiva… Aprender es un instinto. Tú dejas a un niño solo y aprende. Aprende lo que encuentra a su alcance, pero aprende. La forma instintiva que tenemos de aprender, como especie, es a través del juego. De ahí la gran importancia de la gamificación. El juego es ensayo, el juego es error, el juego es perfeccionamiento, el juego es interacción con el entorno y, muy especialmente, con las demás personas. El juego es posibilidad de equivocarte sin que pase nada. Y aquí está la gran importancia del juego como herramienta educativa. De hecho, la educación en los centros escolares debería ser vivida como un juego. Un juego no significa estar siempre divertidos, siempre riendo. Un juego significa poder ensayar, poder practicar, poderte equivocar libremente sabiendo que después lo vas a hacer mejor y vas a rectificar lo que no funciona. Sin motivación no hay aprendizaje. Y el juego motiva. El hecho de encontrarte ante un reto para el cerebro es un juego: “Tengo que superar el reto”. Pongamos retos a los alumnos, que tengan que decidir. Un juego es decisión. Cuando jugamos a las cartas, tengo que decidir si cambio la carta o la conservo a ver si la mano me sale mejor. Esto es juego para el cerebro, dejar que ellos construyan su propio aprendizaje, que es lo que hace una niña o un niño cuando juegan solos. Deciden qué están haciendo.

 Lo puedo resumir en una sola palabra: horrible. Es horrible limitar las horas de Plástica, Música y Educación Física. Porque precisamente son los aprendizajes más transversales que hay. En primaria, también en secundaria, pero especialmente en primaria el resto de asignaturas deberían construirse encima de la Música, la Plástica y la Educación Física. La Educación Física, por ejemplo, exige coordinación de movimientos. Exige aprender a secuenciar los movimientos. Cuando tú haces cualquier actividad física… Si estás lanzando pelotas a una canasta, si primero sueltas la pelota y después haces así, la pelota jamás llegará a la canasta. Tienes que secuenciar los movimientos. Pues la parte del cerebro que aprende a secuenciar es exactamente la misma que después nos permite secuenciar cualquier actividad de nuestra vida. Saber que primero debemos hacer una cosa y después otra, que al revés no funciona. Por tanto, a través del ejercicio físico estamos entrenando partes del cerebro que van a ser cruciales para leer, para sumar, para cualquier otra actividad intelectual..
No solo eso, el ejercicio físico hace que las neuronas de nuestro cerebro puedan establecer más fácilmente conexiones entre ellas. Es un sistema químico. Se descubrió hace dos o tres años, no más. Pero hacer ejercicio posibilita después poder aprender cualquier otra cosa con mucha más facilidad que si no se ha hecho ejercicio físico. Lo mismo podría decir con la música. La música es una gimnasia cerebral. Es de las pocas actividades que activan todo el cerebro simultáneamente. Más que resolver una multiplicación. No, la música. Debería haber música en todos los niveles. No solo escuchar música, sino tocar música. Un instrumento o lo que sea. Y lo mismo con la plástica. Tanto la música como la plástica apelan directamente a las emociones de la persona. Y las emociones, ya irá saliendo después, son cruciales para aprender cualquier cosa. Por lo tanto, debería ser al revés, montar el currículum en base a esto y añadir luego el resto.

* Lo que sí es importante, que has mencionado, son las emociones. Las emociones son cruciales en cualquier aprendizaje. De hecho, sin emociones el cerebro no recuerda nada. Porque no le importa. Al cerebro le importan las emociones, el resto es accesorio a las emociones. Las emociones son patrones de conducta preconscientes. Es decir, que se generan sin que seamos conscientes de que se están generando, y hasta que no se manifiestan no hacemos consciente, no somos conscientes de esa emoción. Son patrones de reacción rápida. El miedo es una emoción, la alegría es una emoción, el asco es una emoción. Nos permiten reaccionar sin pensar, porque son preconscientes, ante una situación que puede ser una amenaza o una oportunidad para sacar provecho antes que otro. ¿Vale? Y eso es lo que el cerebro valora, la inmediatez que le permite sobrevivir. Sin emociones, nadie sobreviviría. Las emociones se generan en una parte profunda del cerebro. Muy primitiva. Se denominan amígdalas. Pero no son las del cuello. Si a alguien le han extirpado las amígdalas, sigue teniendo emociones. Es una palabra polisémica, significa varias cosas. Como las emociones son cruciales para sobrevivir, cualquier aprendizaje que lleve emociones asociadas, el cerebro lo interpreta como: “Es importante para sobrevivir. Tengo que recordarlo bien por si vuelve a pasar algo parecido, saber qué debo hacer”. Por eso el cerebro almacena muy bien cualquier aprendizaje que lleve emociones. Y el resto, como no es importante para sobrevivir, ¿para qué gastar neuronas recordándolo?

* Pues, la verdad, diré una cosa políticamente incorrecta. Pero luego la desharé. La letra, con sangre puede entrar. Pero es un riesgo, es un peligro, es una mala construcción de la personalidad de cualquier individuo. Antes decía que las emociones son cruciales para los aprendizajes. Pero es un arma de doble filo. El miedo es una emoción. ¿Se puede aprender a través del miedo? ¿La letra, con sangre entra? La respuesta es que sí, siempre y cuando no sea un miedo excesivo que paraliza. Un miedo sutil, miedo a suspender, miedo al castigo, miedo a que los Reyes Magos no me traigan aquello que he pedido y que me hace tanta ilusión. Y eso, que es una emoción, hace que esa persona pueda integrar conocimientos. Pasa que a medio y largo término, el resultado es nefasto. Por lo tanto, jamás hay que educar a través del miedo. Es nefasto porque el cerebro asocia con mucha facilidad aprender a miedo. Y para esa persona, el aprendizaje pasa a ser una cosa que da miedo. Que da temor.

Cuando a esa persona ya nadie le obliga a aprender nada, cuando terminas tus estudios, son personas que no van a querer aprender cosas nuevas en su vida porque, automáticamente, inconscientemente, asocian aprender a miedo. Pero eso es imposible, cada día aprendemos cosas nuevas. Solo con levantarnos, hablar con un compañero, estar con los alumnos, leer la prensa, leer un libro… Cada día aprendemos cosas nuevas. Por lo tanto, van a ser personas con menos calidad de vida porque vivirán su día a día con un cierto temor. El de: “¿Qué va a cambiar hoy?”. Aparte, van a ser personas que no van a querer ser transformadoras de su entorno. Yo creo que una parte muy importante de la educación es formar personas que sean transformadoras. Que se integren en la sociedad, que respeten a toda la sociedad, pero que si algo no les gusta, se sientan capaces de transformarlo por las vías adecuadas de cualquier transformación. Pero claro, transformar significa innovar, significa cambiar, significa aprender cosas nuevas. Por lo tanto, van a ser personas que no serán transformadoras.

En cambio, ¿qué emociones son las que no solo ayudan a aprender, sino que, además, generan personas que a medio y largo término sí van a querer ser transformadoras, no les va a dar el miedo el cambio, la innovación, el aprender a aprender, esto que está tan de moda? Pues una es la alegría. La alegría es una emoción que se transmite socialmente. El miedo es individual: “Yo tengo miedo, los demás no sé”. La alegría la manifestamos para ser transmitida socialmente. No es risa. La alegría es esta cara con una boca relajada, los ojos algo más abiertos de lo que es habitual, sin tensión, que transmite a las demás personas: “No hay nada que temer. Yo no represento ningún peligro para vosotros. Vosotros no representáis ningún peligro para mí. Por lo tanto, podemos confiar unos en otros. Podemos crecer conjuntamente”. Aprender a través de la alegría significa aprender con confianza. Y aquí está la gracia de la alegría.

Y hay otra emoción tan importante como la alegría para los aprendizajes y es la sorpresa. Las amígdalas de las que hablaba antes son las que detectan si una situación es una amenaza. Miedo, ira para defendernos. O es una oportunidad. Pero ¿qué pasa si la situación no sabemos cómo interpretarla? Se activa la emoción de sorpresa. La sorpresa es: “No sé qué es”. La sorpresa tiene muchas ventajas. La primera es que para responder a la sorpresa se activa otra zona del cerebro al lado mismo de las amígdalas, que se llama tálamo, el centro de la atención. La sorpresa incrementa la atención. ¿Por qué? Porque si no sabemos qué es, hay que estar atentos para ver qué es. Y sin atención no hay aprendizaje o es mucho menor. Pero no solo eso. El tálamo, esta estructura del cerebro, no solo forma parte del sistema de atención, sino de otro sistema más amplio, junto con otras zonas, que es el sistema de la motivación. Y la motivación es crucial en cualquier aprendizaje. Sin motivación tampoco hay aprendizaje posible. O es mucho menor. La motivación necesita también su pequeño apunte. La motivación no es nada más que un aporte extra de energía al cerebro en forma de glucosa, que es lo único que come el cerebro. Y oxígeno, para poder quemar la glucosa para generar energía. Pues la motivación es un aporte extra de glucosa y oxígeno que permiten al cerebro funcionar con más eficiencia y durante más tiempo. Por eso una persona motivada puede trabajar mucho rato sin cansarse. Al final le viene todo el cansancio de golpe. Claro, ha consumido mucha energía y su cuerpo le debe hacer saber que ahora toca descansar un rato. Pero una persona sin motivación está cansada antes de empezar. ¿Por qué? Porque no tiene energía ni para empezar a hacer nada. He ahí la importancia de la sorpresa, atención, motivación. Y otro aspecto más: La motivación es placentera. Como hay más energía, el cerebro funciona holgadamente y eso nos genera placer, sentimiento de recompensa. Lo que hace que todo lo que aprendas en este circuito el cerebro lo valore como algo positivo. Una recompensa, algo que da placer. Estas son las dos emociones clave para el aprendizaje: Alegría, confianza y sorpresa, atención, motivación, placer y recompensa.

*  Sí, es cierto. Los currículums lo compartimentan todo porque es la forma fácil de hacerlo. Y la vida no es compartimentada. Jamás hacemos una cosa aislada del resto del mundo. ¿Cómo hacer un aprendizaje más contextualizado o más transversal? Lo primero sería flexibilizar los horarios. ¿Por qué una hora de mates, una de lengua y una de ciencias? Mezclémoslos. Mezclémonos los profesores, mezclemos a los alumnos, y que se trabaje de forma paralela.

Antes hablaba del ejemplo de sumar manzanas y después te las comes. Llevado a alumnos de más edad, de una secundaria. ¿Por qué, por ejemplo, no estudiar el movimiento parabólico en Física junto con el profesor de Educación Física? Bajas al patio… Ese día, en vez de tener el móvil apagado, todos con el móvil encendido y grabando. Haces tiros libres a canasta. Es un tiro parabólico. Lo grabas, a cámara lenta lo reproduces, y con el movimiento y sabiendo el peso de la pelota y la gravedad, puedes calcular qué fuerza ha hecho el que ha metido la pelota en la canasta, el que no… Esto es más contextualizado. Porque no vamos por el mundo calculando tiros parabólicos balísticos de un proyectil que jamás en tu vida has visto y no vas a tirar. Por suerte. En cambio, una pelota o una canasta sí, lo has hecho muchas veces y lo vas a continuar haciendo.

El trabajo cooperativo, que es el que se suele usar, el más útil en un proyecto, es crucial para el cerebro. El cerebro, decía, integra muy bien todo aquello que activa muchas áreas del cerebro. Estar en sociedad, estar con otras personas, activa prácticamente todo el cerebro. Lo activa prácticamente todo porque es lo más exigente. De hecho, estar con otras personas es lo que más energía consume. Tienes que estar pendiente de los demás, de sus intenciones, de sus emociones, su estado emocional, de qué te pueden aportar a ti para sacar provecho, de qué puedes aportar tú. Porque si no aportas nada, te echan. De mantener tu individualidad pero, al mismo tiempo, integrarla en un colectivo. El trabajo cooperativo incluye todo esto. Permite almacenar mejor… No más datos, sino más calidad de los datos que almacena. Aquí viene otra discusión interesante: cantidad de información versus calidad. Tenemos que priorizar la calidad de la información. Pasa que el trabajo cooperativo también tiene que entenderse bien. Trabajar cooperativamente no es todos alrededor de una mesa haciendo lo mismo. Esto es todos alrededor de una mesa haciendo lo mismo. El trabajo cooperativo es: Todos nos planteamos un objetivo común y cada uno aporta una parte ligeramente diferente solapada, complementaria a la de los demás. para alcanzar ese objetivo común. Eso hace que cada uno se sienta partícipe, se sienta integrado, se sienta responsable, y valores a los demás, porque si alguien falla ese objetivo no se alcanza de la misma forma.

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