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lunes, 11 de noviembre de 2019

Momento de someter al sistema a evaluación

https://besincro.wordpress.com/2017/09/07/es-el-momento-de-someter-el-sistema-a-evaluacion-no-al-alumnado/?fbclid=IwAR3T926-TWrkwNVhw8acnc8uLbqJS-ASHI7E86jWfc8TEZTZvCznGRcXy_s

“Es el momento de someter el sistema a evaluación, no al alumnado”
SEPTIEMBRE 7, 20171 COMENTARIO

Mar Romera - copia

Mar Romera - copiaEntrevista con Mar Romera Morón, maestra, pedagoga y formadora con una experiencia de 30 años en todas las etapas del sistema educativo, desde educación infantil a la Universidad. Es autora del libro La familia, la primera escuela de las emociones y de obras en colaboración con otros pedagogos como Competencia social y emocional en el aula, El universo de las palabras o La asamblea en clase. Es presidenta de la Asociación Pedagógica Francesco Tonucci y como pedagoga que tiene claros sus intereses y objetivos finales: “Una escuela de verdad, para todos y para todas. La dignidad de la Infancia”.

¿Qué ha querido contar en su libro La familia, la primera escuela de las emociones?

Después de años de estudio del tema, de leer y leer, de escuchar y procesar, de volver a estudiar y cambiar, porque en estos años cambié y creo que mucho, estamos ante una disciplina tan joven como cambiante. Aprendí algo, en mi propia familia tenía ejemplos, vivencias, momentos y propuestas que me habían ayudado a entender realmente los libros. Eso es este libro, una propuesta salida de mi experiencia vital y de mi intimidad, todo ello analizado a la luz de la teoría y el estudio y redactado para ser entendido por mamás y papás a los que les apetece pensar sobre educación, encontrar situaciones parecidas a las que se vive en cada casa, con momentos de risa y momentos de lágrimas. Cuando el dictado de las palabras lo hace el corazón los párrafos salen al ritmo del lenguaje que dicta la profesión y la razón. Cuando terminé de escribir me di cuenta de que es una parte de mi vida y es un homenaje a los que me criaron y a las que ahora criamos. Gracias a la generación que me trajo al mundo, existo y gracias a la generación que yo he traído, trascenderé.

¿En qué consiste el modelo Educar con tres Cs?

Es el momento de educar desde las fortalezas, con la intención del crecimiento personal exitoso y el modelado hacia la mejora de las debilidades, eligiendo la plataforma emocional desde la que se piensa y actúa. Es el momento de someter el sistema a evaluación, pero no al alumnado. La educación que quiero para mis hijas se basa en 4 pilares fundamentales: lo físico, lo cognitivo, lo emocional y lo trascendental. El sistema evaluado en PISA sólo tiene en cuenta lo cognitivo, de esta forma los resultados independientemente de la estadística no pueden ser buenos. Lo que se evalúa no es lo que quiero para las personas que más quiero, y lo que entiendo que sería un desarrollo integral.

Fue en 2007, cuando la palabra competencias aparecía en todas las formaciones, en todos los contextos educativos y en todas las conversaciones docentes. Se trataba del “gran descubrimiento” para la mejora del sistema educativo. Lecturas y lecturas, conferencias y conferencia, discusiones, debates, literatura… propuestas pedagógicas de gran interés… pero… sentí que todo lo conseguido en 1990 con la inclusión de capacidades en el curriculum de la escuela obligatoria se disolvía, la escuela que diseña objetivos en términos de capacidades para atender a la diversidad dando igualdad de oportunidades (respeto de la diferencia) se empezaba a diluir en “términos de competencias”… De aquí, de este conflicto nació EDUCAR CON TRES Cs: capacidades competencias y corazón. Estos tres elementos hacen referencia a los tres participantes fundamentales en el “juego de educar”: alumnado, profesorado y familia. Hablar de capacidades es hablar de potencialidad (porque PUEDES), hablar de competencias es apostar por la acción (porque HACES), y en último lugar pero no por ello menos importante, hablar de corazón es hablar de una educación afectiva y del afecto (porque QUIERES). Las tres dimensiones son imprescindibles en nuestros días, en nuestras vidas y en nuestras escuelas.


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¿La inteligencia emocional tiene cabida en nuestro sistema educativo?

No sé si sabremos aplicarla, lo que sí sé es que no podemos educar sin emociones, ni hacerlo fuera de las emociones. La escuela debe ser un lugar para la educación afectiva y en la que se planifique e implemente una educación del afecto. El profesorado debe formarse en este campo y tomar conciencia de la importancia que tiene como referente para su alumnado. Cuando tomemos conciencia de esto y entendamos que las emociones son el motor de la vida, son las respuestas adaptativas que nos permiten la supervivencia y las relaciones, y que la calidad de nuestra vida depende de nuestros pensamientos y estos de la plataforma emocional desde la que se emiten y no de las circunstancias; el profesorado se pondrá manos a la obra sin lugar a dudas.

Desde su experiencia personal, ¿cuáles son los principales problemas de la educación en nuestro país?

Creo que es un problema de intereses, creo que todo el mundo piensa en un sistema, en sus salidas, en sus posibles soluciones, en una educación que prepara para el futuro pero nadie piensa en la infancia ahora, en lo que niños y niñas necesitan hoy, en sus intereses, en su desarrollo real, en su forma de aprender y de mirar. Pensamos en cómo mejorar el sistema pero no pensamos en cómo mejorar sus vidas, en cómo hacer del juego el motor del aprendizaje y de su experiencia vital. La educación necesita ser transformada. Transformar “la educación” no es añadir, es modificar lo que hay para obtener más satisfacción, mejores resultados, con menos “esfuerzo-sacrificio”. No podemos seguir sumando. Menos es más. Conciliar la vida familiar no es poner más horas de escuela.

¿Hacia qué modelo educativo debemos ir?

Una escuela para todos y para todas. Una escuela heterogénea donde la diferencia sea un recurso. El alumnado no aprende lo que le enseñamos, nos aprende a nosotros. Y nosotros los adultos debemos saber que menos es más, que el desarrollo sin juego es imposible, que el amor a la infancia, el respeto y la cordura en el trato son condiciones imprescindibles para sentarnos a hablar. Respetar la Convención Internacional de los Derechos de los Niños es una obligación, una normativa que no siempre se cumple. Hablar de derechos implica no olvidar que suponen obligaciones, en este caso para los adultos. Y desde el sentido común, sí las cosas no van bien, ¿por qué hacemos más de lo mismo? El conocimiento ya no se ordena en el mundo por asignaturas, google ha dado un nuevo orden, este orden no ha llegado a la escuela; a la vida de nuestro alumnado sí. El modelo debería ser de comunidad. Todos los sectores son imprescindibles para educar un niño.

¿Hasta qué punto es importante lograr un consenso educativo? ¿Es posible ese consenso?

No quiero ser pesimista. En ocasiones no puedo evitarlo. Creo que deberíamos dar la oportunidad de que niños y niñas opinaran, sin “intereses democráticos”. La infancia y la adolescencia aportarían soluciones de mucho sentido común, sentido que en este proceso creo que perdemos. Creo que la solución estaría por diseñar primero “el norte”, el objetivo real del consenso mirando hacia nuestros menores, todos y todas, de todas las ciudades, sectores, clases sociales… y cuando este estuviese diseñado ponernos a trabajar. Creo que el consenso se está trabajando con muy diferentes fines y que de este modo no nos podrá salir nunca. Es como si un grupo de colegas se pusieran a diseñar un viaje. Cada uno de ellos tiene un destino y sin dejar esto claro y sin poner acuerdos sobre el final del viaje discuten sobre como viajar (tren, barco, avión, bicicleta…), que ropa vestir… que objetos transportar… y de este modo hasta el infinito. Cada una de las personas participantes en el debate tiene argumentos legítimos cuando defiende su postura, pero será imposible el acuerdo si primero no definimos el destino. Creo que esto pasa en España. La cosa se complica cuando en el debate sobre el modo de viaje es debatido también por la tripulación del barco, el piloto del avión o el ingeniero de la bicicleta… Se hará eterno, aunque siempre justificado.

¿Qué líneas generales debería abarcar un debate social sobre el futuro sistema educativo?

Basarse en la premisa “La educación que quiero para mi hija”. Cada persona que piensa o decide para el sistema educativo debería hacerlo como si decidiera la educación de hijo, teniendo presente que hay hijos con más o menos habilidades y que todos queremos “lo mejor” para ellos. Deberíamos construir un sistema educativo que les permitiera encontrar “su elemento”; un sistema educativo que le ayude a aprender a tomar decisiones, a adaptarse al cambio, que les enseñe a fracasar, a trabajar en equipo. Un sistema educativo que no seleccione y sí de diferentes oportunidades. Un sistema bueno para las minorías porque esto será bueno para todos.

Esta entrevista ha sido publicada originalmente en su versión completa en la página de Sincronía, una sola Humanidad, dentro de su Campaña Por un Pacto de Estado en Educación.

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