* https://www.elsaltodiario.com/educacion/jornada-escolar-intensiva-abre-paso-contemplar-evidencia-cientifica?fbclid=IwAR3SxhdG_yYGtmYvt_OVBG0OOpCLZ-peALff3YvnlFnHJqBZ6Tv936RyxaI
La jornada escolar intensiva se abre paso sin contemplar la evidencia científica
Las mejoras laborales de los docentes y la crianza intensiva impulsan el cambio a una jornada que no beneficia a la infancia.
Son semanas de burocracia y debate, es tiempo de reconversión de jornadas escolares en los centros educativos. En País Valencià, el viernes terminó el plazo para que el Departament d’Educació autorice a 189 centros públicos plantear una votación el 11 de abril en la que las familias podrán decidir si transitar de la jornada partida a la continua para el próximo curso, informan a El Salto fuentes del departamento. En Nafarroa, 153 escuelas e institutos han solicitado el cambio, concreta su Departamento de Educación.
Eliminar las clases vespertinas, comprimirlas de 9 a 14h, que los críos coman más tarde, aunque sean pequeños, que muchos abandonen el comedor escolar, que más mujeres vayan a recogerles para alimentarles en casa, que los docentes mejoren su horario, que los centros privados se mantengan al margen de todos estos cambios, formando islas de conciliación en los municipio, son algunas de las principales consecuencias de esta reconversión impulsada por docentes y afianzada por familias que abogan por la crianza intensiva, en contra de la evidencia científica, alertan los expertos consultados.
En los países de la Unión Europea donde el alumnado de primaria y secundaria —nunca del ciclo de infantil— imparten las clases del tirón, llaman a ese tipo de jornada intensiva o comprimida. España ha optado por un término un tanto eufemístico: jornada continua. Se ha extendido por todos los territorios, a excepción del País Vasco y Catalunya. En la mayoría de los casos, el cambio se realiza a través de la votación de las familias, a quienes habitualmente la Administración y las escuelas no plantean referéndums.
La intensiva se ha extendido solamente en la educación pública. Este curso, en Madrid capital el 60% de los centros públicos practican la jornada intensiva, frente a un 1,45% de la privada. De los 153 centros que optan al cambio en Nafarroa, solo 13 son privados.
No existen estudios sobre el impacto de esta conversión, pero la intuición de federaciones de ampas y los sociólogos de la educación consultados es compartida: mantener un horario escolar que favorece la conciliación laboral y familiar y es acorde a las necesidades biológicas de la infancia, desde los más pequeños a los adolescentes, puede ser motivo para que una familia opte por un centro privado con jornada partida, frente a uno público con jornada intensiva.
La jornada intensiva se ha extendido solamente en la educación pública: en Madrid capital el 60% de los centros públicos practican la jornada intensiva, frente a un 1,45% de la privada
Un jetlag permanente
El pediatra Gonzalo Pin, coordinador del grupo de trabajo de sueño y cronobiología de la Asociación Española de Pediatría, afirma categóricamente que “toda la evidencia científica indica que la jornada partida produce una mejora del rendimiento y de la calidad de vida de los chavales”. La evidencia se constata en dos sentidos: en los ritmos de la cronopsicología y del cronoaprendizaje, así como en la crononutrición. El pediatra alerta de que los niños en jornada intensiva “viven en un jetlag escolar permanente”, ya que comen y duermen más tarde, “algo que afecta a corto plazo a la capacidad de trabajo y, a medio y largo plazo, produce alteraciones metabólicas que crean una mayor tendencia a la obesidad”.
Pin participó en el trabajo de investigación Shastu, llevado a cabo durante tres años en Italia, Turquía y España. Los expertos concluyeron que respetar los ritmos biológicos de la infancia reducía hasta en un 40% los problemas de conducta en las aulas y aumentaba de media un punto su rendimiento escolar. Sobre todo, en los críos con peores calificaciones. Es decir, la jornada partida favorece la concentración y el aprendizaje, mejorando las notas de los exámenes, así como el comportamiento.
La jornada partida favorece la concentración y el aprendizaje, mejorando de media un punto las notas de los exámenes, así como el comportamiento, según la investigación Shastu
El pediatra prefiere no valorar los “intereses” que mueven el cambio de la jornada partida a la continua, pero advierte de que “no podemos crear una isla de jornada continua en una sociedad de jornada partida y empezar, precisamente, con los más débiles: los niños. Si queremos cambiar la sociedad, deberíamos empezar por cambiar nuestros horarios laborales, los del comercio y de la televisión”. Además, recuerda que la jornada intensiva implica una “pérdida importante de niños en el comedor escolar, el cual cumple una misión de enseñar hábitos nutricionales y de justicia social, porque todos los niños comen y todos comen lo mismo”.
La revuelta de una monitora navarra
En 2019, la monitora de comedor escolar, y afiliada al sindicato LAB, Itziar Lukanbio, emprendió una recogida de firmas contra la jornada intensiva entre las mil monitoras de los centros escolares de Nafarroa. Consiguió 700. Alertaba que cambiar de jornada traería aparejada un descenso de comensales, y la eliminación de puestos de trabajo. Llegó la pandemia y el Gobierno navarro decretó como medida sanitaria aplicar la intensiva a todos los centros durante los cursos 2020-21 y 2021-22. La bajada de comensales se sitúa en el 50% —desde el 60% en las ciudades a un 40% en las zonas rurales—. Actualmente, el 40% de las monitoras siguen en ERTE por covid, advierte Lukanbio, que ha visto cumplidas sus previsiones.
Sobre cómo ha afectado esta jornada a su trabajo, responde que los más perjudicados son los niños de 3 años: “Antes se echaban la siesta, ahora se la han quitado y llegan tan cansados que ni comen, algunos se duermen encima del plato”. Que este cambio de jornada se aplique al tramo de educación infantil no tiene equivalente europeo.
La jornada escolar intensiva trae aparejada un radical descenso de los comensales del comedor; el 40% de las monitoras de Navarra siguen en ERTE al implementar el Gobierno como medida sanitaria este tipo de jornada en todos los centros
Pero imponer un horario contrario a las necesidades de sueño de la infancia no solo afecta a los más pequeños. El sociólogo Dani Gabaldón pone el foco en el ritmo circadiano y en el huso solar peninsular, el cual no le corresponde a España y es una herencia franquista, y en el tipo de materias que se imparten según la hora del día, acomodándolas a la cronobiología. Destaca que en muchos países europeos las horas son progresivas, “a más edad, más horas”. En cambio, en la jornada continua española, desde los 2 o 3 años tienen el mismo horario hasta que pasan a secundaria. Sin hacer distinción en infantil. Alerta que en España, Italia y Alemania comen demasiado tarde.
Los expertos de sueño y contrarios a la jornada continua coinciden en recordar el estudio de autopercepción del cansancio llevado a cabo por M. Morán de Castro en Galicia en 2005, en el que el alumnado dijo encontrarse más cansado en la clase de última hora de la jornada continua que en la de la partida. “Cuando les vas a recoger a la tarde, ¡salen como motos!”, resume una madre.
Catalunya y País Vasco, dos islas en la península
La jornada intensiva se ha implantado de manera desigual en el Estado. Primero fue Canarias, hace treinta años, lugar donde pensaron volver a la partida. Luego fue Andalucía, hace veinte años. Luego, se instauró “de forma desigual en casi todos los territorios”, explica Mari Carmen Morillas, presidenta de la federación de ampas de Madrid (FAPA Francisco Giner de los Ríos), quien desglosa con detalle: “Aragón, Madrid, Navarra y Valencia presentan un porcentaje similar entre partida e intensiva; en Andalucía, Asturias, Baleares, Cantabria, Castilla y León, Ceuta, Galicia, La Rioja, Melilla y Murcia la intensiva tiene un porcentaje considerable; en Canarias, Castilla La Mancha y Extremadura la intensiva representa al 100%, y Catalunya y País Vasco son un oasis de la jornada partida”.
La federación madrileña no tiene una postura pública crítica con la continua, pero conmina a las familias a que voten críticamente, recabando los elementos necesarios para formarse una opinión cualificada. Sus homólogas catalana (aFFAc) y vasca (Ehige) sí tienen un posicionamiento claro: son pro jornada partida. Para defender su postura, la aFFAc ha realizado un estudio de expertos. Han participado dos sociólogos de la educación, Elena Sintes y Rafael Feito, dos médico especialistas en trastornos del sueño y en nutrición Òscar Ramon y Mireia Termes, y una economista de los cuidados, Cristina Castellanos.
“La jornada continua es el reino de los particularismos y el profesorado ha emponzoñado el debate, que se articula con cierto nivel de agresividad”, advierte el sociólogo Rafael Feito. Por particularismos se refiere a los docentes y a las familias que la jornada continua les va bien, por razones diversas, bien porque ambos sean funcionarios y puedan permitírsela, bien porque uno no trabaja.
“La jornada continua es el reino de los particularismos y el profesorado ha emponzoñado el debate, que se articula con cierto nivel de agresividad”, advierte el sociólogo Rafael Feito
Desde el País Valencià, la socióloga Sandra Olbiol añade una vuelta de tuerca: “Nada avala que la jornada continua sea buena. La conclusión a la que he llegado es que es una estrategia de la clase media que lleva a los hijos a la pública, que priorizan la crianza en la que invierten muchos recursos económicos, temporales y emocionales, y que consideran que si arrinconan la escuela en la primera parte del día, pueden ponerle a los niños actividades en la tarde. Es la explicación que le encuentro al tsunami de la jornada continua. Otra cosa es que las clases populares tengan los recursos suficientes para atender a los niños con un mercado de trabajo cada vez más demandante en los tiempos y con salarios escasos”.
De todo ello, le surge una duda: la segregación que surge de esta estrategia. “Hay que ver qué niños se quedan en el comedor y cuáles salen y, por mi experiencia, intuyo que se trata de una estrategia de segregación que no se está analizando y que estamos llegando a un punto de no retorno”.
Alemania, de verano corto
Finlandia y Alemania son países referentes en el imaginario colectivo de cómo debe ser una buena educación. También son ejemplos para los defensores de la jornada intensiva en España, frente a la partida. Una defensa que obvia las diferencias de horas lectivas anuales, la climatología y su urbanismo.
Los críos alemanes solo tienen seis semanas de vacaciones en verano, frente a las once del calendario español. En Alemania no abunda el calor achicharrante, por lo que pueden empezar o acabar el curso en julio y agosto, dependiendo del land (la comunidad autónoma, en su equivalente español). El Gobierno alemán consideró hace décadas que los coches de las familias no debían atascar las carreteras en sus trajines vacacionales —los atascos en las autopistas sin límite de velocidad son una constante en el país teutón—, ni parar el país y su prolijo tejido industrial, por lo que los lands se turnan en el comienzo de las vacaciones, que puede ser a principios de julio o a principios de agosto. Se realiza de forma escalonada por lands y el horario escolar se anticipa a años vista.
En la península ibérica, así como en sus cálidas islas, acortar las vacaciones escolares de verano haría que los críos estudiaran en condiciones insalubres, dada la calidad constructiva de la mayoría de los centros escolares —poco preparados para afrontar altas temperaturas, y bajas— y sin árboles que den sombra en los patios.
De lo que gozan los críos alemanes es de pequeños periodos vacacionales frecuentes a lo largo del curso escolar y de una jornada lectiva casi cien horas menor que la española, espaciada en más días. Dicho de otro modo: los alumnos alemanes —y sus profesores— tienen más días de clase con menos horas. En Finlandia, aún tienen menos horas lectivas y también muchas jornadas escolares —cortas—.
En primaria España tiene 792 horas lectivas en 174 días; Alemania 725 horas en 188 días, y Finlandia, 714 horas y 189 días
Concretamente, en primaria España tiene 792 horas lectivas en 174 días; Alemania 725 horas en 188 días, y Finlandia, 714 horas y 189 días, según las compilaciones de la Unión Europea The organisation of School Time in Europe 2021/2022 y Recommenden annual instruction time 2020/21.
Además de todo eso, Alemania sí está en el huso escolar que le corresponde a su meridiano, y es un país donde las viviendas no tienen persianas. Como mucho, cortinas opacas en los dormitorios. Amanece temprano y el sol despierta. El ritmo circadiano funciona correctamente, sin rastro de jetlag. Aún así, hace años que la jornada continua alemana se puso en duda debido a “los niños de la llave”. Chistian Adolph, vecino de Bilbao, fue uno de ellos. Tanto su madre como su padre trabajaban fuera de casa y desde los 8 años iba y venía de forma autónoma de la escuela a casa y viceversa, a través de un urbanismo que acompaña a la infancia en forma de carriles bicis aptos para los menores y, en las grandes ciudades, con iniciativas asentadas de caminos seguros que incluyen coger un autobús de línea para ir a la escuela de barrio —la educación privada es residual, y por consiguiente, el transporte escolar privado no se contempla—.
Los niños de la llave y los malos resultados del estudio PISA en 2000 llevaron al Gobierno alemán a cuestionar la jornada continua y a emprender las Ganztagsschulen (escuelas a tiempo completo en su traducción literal, es decir, a jornada partida). Finlandia también vive en su huso horario, tiene una jornada de 9 a 15h con horario partido: consideran el comedor escolar —a las 12h— como parte de la jornada, al igual que Dinamarca y Suecia.
De los niños de la llave a las madres sin trabajo
El retroceso llevado a cabo por los docentes en el Estado español, permitido por la administración y afianzado por las familias de clase media que pueden recoger a sus hijos a las 13.00 h para sacarles del comedor en el que se quedan poco más que niños becado, también tiene consecuencias patriarcales. No hay un solo estudio que diga que socialmente los hombres llevan a cabo más tareas domésticas y de crianza que las mujeres, porque ocurre todo lo contrario. Y no hay que echar más que un ojo en la puerta de cualquier colegio para ver quién recoge a los críos.
Cristina Castellanos, profesora en la Uned de economía aplicada, resume que “hay mucha evidencia científica, y Alemania es el caso prototipo, donde la educación infantil tiene horarios muy cortos, por lo que el trabajo parcial de las madres es muy alto, así como la salida de las mujeres del mercado laboral porque por las tardes no hay colegio”.
“En los países nórdicos como Suecia la clave es la etapa infantil de 0 a 3 años: las escuelas ofrecen mucha flexibilidad para que las madres puedan compatibilizar su búsqueda de trabajo, estudios y puestos laborales. Hay escuelas infantiles que abren 24 horas al día, siete días a la semana, porque se considera que las escuelas infantiles no solo deben educar, sino también facilitar la corresponsabilidad y la conciliación. Allí, los centros escolares se consideran fundamentales para la actividad económica, principalmente las escuelas para niños menores de 6 años”, añade la economista. “La jornada intensiva es un paso atrás, sin duda alguna, para la corresponsabilidad y para que las mujeres permanezcan en el mercado laboral”.
Castellanos recuerda que los dos indicadores a nivel internacional que permiten evitar jornadas parciales en los hogares con dos progenitores es el número de horas que los niños van a los centros y la tasa de cobertura de estos, con el parón de dos o más horas del comedor escolar, “que permite a los hogares con dos trabajadores turnarse; en las familias con un solo progenitor sigue habiendo problemática también con jornada partida”. Una jornada continua y la monomarentalidad es inviable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario